miércoles, 18 de agosto de 2010

Ultima llamada

Es increíble como el tiempo pasa y lo que sentías que estaba comenzando ahora termina, esta es, seguramente mi participación más breve pero no por eso la menos intima. Haciendo una autoevaluación de lo vivido puedo decir que no me arrepiento de nada de lo que con ustedes he compartido y que mi vida docente sigue siendo en todo, mi sustento emocional, me encanta estar ahí frente a ellos, dispuesta y expuesta, sabiendo que probablemente sea un momento de privilegio que pocos pueden vivir. Ese lugar no me fascina porque se vuelva un escenario donde pueda sentir que son mis palabras las que tienen valor o mis deseos los que se deben cumplir, sino por lo viva que me siento, ahí frente a ellos, dispuesta a jugar con las reglas que me propongan; y no me refiero al no tener estructuras y formatos (esos ya los sé hacer y los aplico pero no me hacen sentir ni cosquillas) Hablo de ese juego que sus diversas naturalezas construye y corre como caballo salvaje, al que hay que montarse y estar dispuesta a todo. Sé que al dar clases siento una Analogía (si Blanca, una analogía), siento lo que creo experimenta un deportista de motocross; sube a su moto, cubierto por completo, protegido, enciende el motor y siente ese poder, esa fuerza capaz de hacerlo correr a gran velocidad, mira la pista como cuando abrimos el salón por primera vez y sabe que el terreno lo obligara a volar y caer y seguir y no perder el control, el equilibrio. Empuña el manubrio, toma los frenos, y hace girar bajo sus puños los instrumentos que harán rugir el motor, como quien con voz clara se presenta frente al grupo. Sube un pie y dispuesto a arrancar, y se lanza a la conquista del terreno, con el deseo infinito que sea en esta ocasión que el terreno lo sorprenda, le exija lo que hasta ahora nunca ha dado, le enseñe que puede lograr saltos que no imaginaba dar, saltos que lo hagan volar, y crecer antes de llegar a la meta.
A quien le importa la meta si la pasión está en el camino.
Es probable que no pueda presentar mi examen con Blanca, porque como dice Ximena entre risas “estas como los alumnos”, no sabía que tenía que tramitar cada cuatrimestre la beca, y sí estoy como los alumnos, exactamente; decepcionada, enojada, desesperada de que no existiera un solo administrativo que me dijera que tenía que hacer este trámite para conservar mí beca. Probablemente resulte para muchos naif que Yo no lo supiera, y que por esa razón los alumnos (casta a la que ahora pertenezco) merecemos que se nos trate con indiferencia cuando aterrados decimos “es que no sabía”, y que seguro merecemos quedarnos en el camino como ahora me quedo Yo. No puedo pagar once mil pesos por lo que no le permitirán a Blanca evaluarme, así que, desde aquí, desde el suelo, caída de mi motocross me despido y les deseo una feliz vida, a cada uno y por razones diferentes los voy a extrañar.
Perdón dije que sería breve, pero no está en mi naturaleza.


Angélica Cifuentes Calderón.

1 comentario:

  1. Angélica: No cabe duda que lo que no mata, engrandece -ya lo he dicho anteriormente- y en esta ocasión esta tristeza y desesperación te ha llevado a escribir una profunda y maravillosa reflexión. Me ha dado mucho gusto que sí pudieras estar presente; esperemos que todo resulte favorecedor y puedas cerrar con satisfacción este ciclo.
    Un abrazo,
    Blanca

    ResponderEliminar

Seguidores